¿Cuántas veces hemos dicho "no voy a volver a cometer el mismo error"? Sin embargo por más que intentamos cambiar, el resultado es el mismo.
Ya sea que nos señalen lo que hacemos o podamos ver que algo se repite, en múltiples ocasiones nos encontramos desprovistos de herramientas para cambiar la situación.
¿Qué es lo que ocurre?
Aunque nuestra conciencia es el conocimiento inmediato que tenemos de nosotros mismos, está limitada a una función que no es gobernada a voluntad, la memoria.
La memoria es el espacio mental que dispone de información codificada con el fin de almacenarla y recuperarla en los momentos que nos sean necesarios. Esta información se construye a través de la codificación e interpretación de una serie de estímulos a la cual le otorgamos un significado.
La función que permite atender los estímulos es la atención. Esta es el foco voluntario de la actividad mental y los sentidos a un determinado estímulo.
Cuando enfocamos la atención en un elemento, atravesamos una serie de procesos para su asimilación, interpretación y almacenamiento.
De esta manera economizamos el proceso de tener que enfocarnos una y otra vez en cada situación que se nos presente, este proceso se llama aprendizaje.
Es decir aprendemos de una situación y cuando se presenta otra con características similares, se produce una asociación que permite una respuesta automática y menos agotadora para el aparato mental. Es así como se produce el automatismo-psíquico y solemos enfrentar los problemas como si estuviésemos en piloto automático.
¿Entonces quiere decir que he aprendido mal y por eso repito la manera de resolver las cosas hasta el fracaso?
¿No preste suficiente atención, la primera vez? ¿No he entendido bien el problema?
Aunque nuestra capacidad de razonamiento e interpretación sea impecable, no es el único factor que interviene cuando repetimos inflexiblemente nuestras acciones.
El aparato emocional tiene una alta sensibilidad al displacer que experimentamos. Para protegerse, recurre a distintas operaciones que excluyen el dolor de la conciencia y que esta no nos perturbe constantemente, por ende distorsiona el elemento encargado de registrar las experiencias La Memoria.
A su vez la atención es selectiva, y la voluntad de atender algunos estímulos en ocasiones se ve limitada por nuestra mente para evitar las molestias.
Así vemos que los recuerdos pueden ser desfigurados, remplazados por otros o inclusive olvidados. Cuando esto ocurre, resolver los problemas se vuelve una tarea muy difícil. Ya que no tenemos conciencia de aquello que censura nuestra mente.
La principal censura es la moral, en el desarrollo de nuestra infancia, tenemos muchos deseos encontrados entre lo correcto e incorrecto, cuando los deseos moralmente incorrectos aparecen intentamos transformarlos o hacerlos desaparecer por el sentimiento de culpa, es cuando toma protagonismo los mecanismos que encubren la memoria.
Sin embargo estos mecanismos no son capaces de borrar los registros de la misma, ni mucho menos eliminar estos sentimientos, quedando atrapados fuera de la conciencia y buscando una ruta que les permita alivio.
Es aquí cuando aparece la compulsión a la repetición, tenemos un deseo censurado y fuera de la consciencia, no hay recuerdo del mismo, se presenta una situación que asociamos similar, no logramos razonar, realizamos un acto repetido.
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